Domingo 14, son las 6.00 de la mañana, cansado, con sueño, me dirijo hacia los asientos del fondo del autobús flotando sobre mis shox, me dejo caer y comienza un viaje de mucha «enfuria».
Las actividades fueron sucediendo mientras yo intentaba acompasarme a su ritmo: paseo por el Rastro, teatro -Un dios salvaje-, Museo Reina Sofía, espectáculo de flamenco «Emociones», Museo del Prado, Paseo por el Madrid de los Austrias de la mano de Sandra Castrillo y visita a la Exposición de Matisse en el Caixa forum. No sin aprovechar los tiempos libres para sumergirme, junto con mis «bros», en la gastronomía y biberonomía madrileña. El Bar Puerto Rico nos brindó la oportunidad de entrar en contacto con la sabiduría popular, la universidad de la vida.
No quiero acabar esta entrada sin dejar constancia de la emoción que sentí en el espectáculo flamenco. Nunca se me habría ocurrido ir a un espectáculo de este tipo, pero me encantó, me gustó el ritmo, el movimiento de la bailaora, cómo bailaba el mantón y la cola, realmente despertaba emociones.
Miércoles 17, son las siete de la tarde, sentado en los asientos del fondo del autobús, todavía siento el dolor del tirón en los gemelos que me ha despertado hace una hora, la última partida al impostor y bajamos a recoger las maletas.
¡Adios!, ¡hasta mañana! Una lágrima resbala por mi mejilla, mientras me giro para que no me vean, al darme cuenta de que este ha sido el último viaje.
Samuel Calvo.


